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Una destitución gratuita y un veto de propina

He decidido someter a mis meninges a una cura espiritual. Las pobres se estaban quedando baldías últimamente, por culpa de cierta programación televisiva vespertina, que no merece la pena ni siquiera mencionar en esta página. El tratamiento que me he impuesto está dando muy buenos frutos (y algún efecto secundario inesperado). Se trata de someterme a maratones de viejos sketches de los Monty Python, lo que me produce un excelente estado de ánimo y además colabora a poner en forma mi inglés notablemente.

Esta noche he soñado algo fabuloso. Yo participaba en un sketch del Monty Python’s Flying Circus, que consistía en representar un concurso televisivo presentado por John Cleese, y en el que yo aparentaba ser una concursante. Como tal, obtenía el primer premio: A free resignation! Es decir, una destitución gratuita -y libre-. Me explico: se me daba la posibilidad de forzar a algún cargo público a dimitir. Un gran premio, ¿a que sí? Ganaba también un áccesit: A free rejection! O sea, también se me otorgaba el privilegio de evitar que alguien accediera a un puesto público. Muy bueno también, y con grandes posibilidades si lo combinaba con el premio principal.

He estado pensando en utilizarlo con Esperanza Aguirre y con quienquiera de su PPartido que se ofreciera a sustituirla, pero enseguida me he dado cuenta de que en realidad así desperdiciaría tontamente mi premio soñado.

Un compañero me ha ofrecido otra interesante posibilidad. ¿Os animáis a darme ideas?

En fin, Burma!

(Lemon curry?)

Jazzy

Carolina y Manolo, entonces amigos (y aún lo son, aunque no los vea) me llamaron para decirme que habían encontrado un gatito en una zanja, y que estaban buscando para él un hogar. Me hizo mucha ilusión la noticia, porque yo tenía muchas ganas de tener un animalito en casa (desde la muerte de nuestro perro Penny), pero tenía que pedir permiso a Ángel para aceptar su custodia. Ángel al principio se mostró escéptico, pero al ver al pequeño gatito, de orejas enormes, ojos gigantes y de talla diminuta, no pudo negarse a aceptarlo. Nos lo quedamos.

Era precioso. Ángel puso como condición para adoptarlo, ponerle él el nombre. Lo llamó “Jazz”. Me pareció una idea estupenda. A los pocos días vino a casa mi amiga Almudena, veterinaria, que lo examinó, lavó y vacunó, y nos comunicó que no era un gato, sino una gatita. Una gatita, así que decidí que deberíamos entonces llamarla “Jazzy” (”de vivos colores”, en inglés), más adecuado a una hembra.

Llegó a su casa natal (un pequeño apartamento en el que vivíamos entonces) cuatro días después de aquel 11 de noviembre de 2001, el día de los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York. Con el tiempo, Jazzy pasó a llamarse “Jazzeera”, you know now y por eso.

Desde entonces y hasta hace unos días, que murió improvisadamente, Jazzy ha sido nuestra alegría cotidiana, nuestra preocupación, nuestra compañía y nuestro calor hogareño. Ha sido una gata tosca (”de zanja”, decía yo), con mucho carácter, pero encantadora, buena, simpática, listísima y cariñosa con todo el mundo. Tímida, pero agradable.

No sabéis cómo la echamos de menos. Siempre estará conmigo, con todos mis ausentes.

Querida Jazzy: aún te veo cuando abro la puerta de casa. ¡Eras tan guapa! Espero haberte dado una vida cómoda y agradable.

Lo sabía

Hala, ya han echado a Reig de “Público”. Con esta limpia, creo que este periodiquito ya puede hacer de vocero del Gobierno.

Lo dije,  lo sabía. Me dijisteis de todo, algunos con muy mala leche. 

Otros muchos estaban ya entonces de acuerdo conmigo. Enhorabuena a los premiados.

Escandinavia

Hacía años que quería ir a Escandinavia, a Dinamarca, a Noruega y a Suecia. Tenía miedo de que me defraudase el viaje, de tanto que había deseado estar allí.

La sorpresa es que no me ha defraudado, sino todo lo contrario: la gente escandinava es magnífica, especial, natural, simpática e inteligente -desde el punto social, al menos-. Y los paisajes y las ciudades escandinavas que he visitado son una hermosura.

Me he sentido muy bien, muy a gusto, en Escandinavia. El viaje ha resultado un paseo encantador por un montón de sitios preciosos.

Sólo me quedo con ganas de volver a Estocolmo, porque sólo estuvimos allí un día en realidad. Estocolmo es una de las ciudades más bonitas y elegantes que he conocido nunca, y con ese laisser faire sueco resulta además de lo más confortable. Tampoco allí te mira nadie con acritud, les parece bien todo el mundo, o eso creo.

Noruega, por otra parte, es uno de los más hermosos y más simpáticos países que he visto nunca.

En fin, que hay que repetir. Gracias por todo, escandinavos.

Otro curso finiquitado

Por fin me han llegado las vacaciones de verano. Hasta septiembre no debo volver a la oficina, ni a interesarme por obligación por las cosas que nos ocupan cotidianamente, y que nos preocupan también, en el trabajo. Ha sido un curso durito, intenso y lleno de sobresaltos agotadores. Y no es el primero.

He tenido varios momentos de crisis personal desde que comenzó la fiesta allá por septiembre de 2008 (qué lejano me parece). En alguno de ellos incluso pensé que no iba a llegar hasta aquí. Demasiado follón para tan poco sueldo, me parece.

Claro, que también ha habido momentos divertidos entre tanto momento complicado y/o aburrido (por qué no decirlo), pero la mayoría de ellos han tenido lugar en Madrid, París, Londres, Dublín y Ámsterdam, ciudades en las que he pasado ratos de asueto entre viaje de trabajo y viaje de trabajo.

Por cierto, que dando un repaso por los sitios que he visitado esta temporada, me doy cuenta de que he pisado América, Asia, África, Europa y Oceanía. Todo un pleno.

En fin, bueno, pues ya está. Cerremos las carpetas y el correo del trabajo, que en septiembre tenemos fiesta y de la grande.

Mañana me voy a Cataluña con mi madre y mi sobrina, y a la vuelta me espera Ángel para preparar las maletas con las que viajaremos a Escandinavia, en un intenso viaje que nos lleva por primera vez a esas tierras del norte de Europa que siempre hemos deseado conocer.

La semana que viene cumplo cuarenta años. Cuarenta. “La hacen a una pensar”, como decía Marilyn en “Con faldas y a lo loco”, a cuento de sus veinticinco añitos recién cumplidos. Bueno, pues a darle a las meninges a ver qué tonterías se me ocurren. A lo mejor hasta os las cuento.

Lo de siempre: felices vacaciones a los que las disfrutéis al tiempo que yo.

Para Santi

Ayer por la mañana se murió mi primo Santiago, uno de los personajes más carismáticos de mi familia. Hoy hemos leído en el cementerio de La Almudena, antes de su incineración, lo que a continuación os dejo escrito, y que preparamos ayer por la noche nuestra prima Mar y yo. Un beso, hermano, hasta siempre.

Querido Santi,

Todos los que estamos aquí tenemos mucho que decir sobre ti, y todo es bueno. Ayer nos decía tu encantadora Cristina que la tía Pili, tu madre tan querida por todos, opinaba que tú eras un buscador de tesoros, probablemente porque siempre andabas hurgando por todas partes en busca de a saber qué. Como te dijo Cristina cuando se lo contaste, no sabemos qué narices buscabas, porque tú eres un auténtico tesoro.

A lo mejor buscabas a personas a las que querer, porque no cabe duda de que tenías especial talento para querer a la gente. Creemos que, aunque eres el hombre más guapo de España -en el extranjero aún estamos buscando-, y muy probablemente el más gracioso del mundo, ésa era sin duda tu mejor cualidad. Y encontraste mucha gente a la que querer, y de la buena, de la que te devuelve el cariño. No tiene mérito: te merecías la devoción que te profesábamos. Qué afortunado eres, Santi: Tienes dos familias, tus amigos (tus Bomberos de Madrid sobre todos ellos) y la de toda la vida, y aquí aún estamos decidiendo cuál es la primera en tus preferencias.

Puedes sentirte orgulloso de lo valiente que has sido, de que luchaste hasta el final y aunque –desgraciadamente- no has ganado la batalla, se lo pusiste bien difícil a la enfermedad. Y puedes sentirte orgulloso de todos los que te queremos, aunque seguro que ahora soltarías alguna de tus gracias, dirías que algunos somos actores que has contratado o que muchos se han colado. Pero no, Santi, todos los que estamos hoy aquí te queremos, tus amigos, tu familia, tu mujer… Creemos que eres una gran persona porque grandes amigos te han acompañado a lo largo de tu vida, amigos que no te han dejado ni a sol ni a sombra, sobre todo los bomberos. Pero sin duda tus grandes triunfos son la abuela que tuviste, la abuela Pepa, de la que decías que era tu ídolo, y tus padres, el gran tío Manolo y la gran tía Pili. Quisiste que tus genes se perpetuasen en tu hijo Alejandro; pero sin duda, tu mayor éxito fue encontrar el tesoro que buscabas: Cristina. Con ella aprendiste a ser mejor persona, con ella supiste lo que era amar y ser amado, con ella atrapaste la felicidad que hoy te has llevado contigo. A Cris habría que darle las gracias, y se las damos, por quererte como te quiere, por cuidarte tan bien, incluso renunciando a su vida para ocuparse por completo de ti.

Hay algo grande y único en ti, algo especial. Eres un hombre de ésos que se hicieron con un molde particular que luego algún idiota rompió, y que por eso no se vuelven a repetir. Viviste una vida llena de felicidad y de envidiables experiencias, llena también -cómo evitarlo- de algunos momentos difíciles o incómodos, como no podía ser de otra forma, dada tu bondad y también tu especial habilidad por meterte en líos, no queremos negarlo.

Todos tenemos alguna anécdota tuya increíble para contar, y que contamos con alegría, porque el simple hecho de conocerte y de saber qué cosas hacías nos hace ser un poco como tú, aunque sea por simpatía, o por cercanía. Nos hiciste reír mucho, y aún nos reímos, con tus cosas. Hay tanto de lo que reír pensando en ti, que nos cuesta sentir el dolor de tu partida. A lo mejor porque no podemos hacernos a la idea.

Por supuesto, nunca te diremos adiós. De eso nada. Te saludo como saludé por última vez a mi padre, tu tío José Luis, al que tanto te parecías, como también al fabuloso tío Manolo: Todo lo más te damos un “hasta luego” lleno de esperanza de seguir sintiendo tu hermosa sonrisa y tus espléndidas bromas. Cosa que ocurrirá porque, Santiago, eres simplemente inolvidable.

Una vez le dijiste a Mar que visitando un cementerio habías visto un epitafio que te había emocionado y decía así: “Sólo estoy dormido; si me olvidas, moriré”.

Duerme tranquilo, Santi. Porque nunca te olvidaremos.

Entre América e Inglaterra, un par de koalas

Acabo de volver de Sidney, ciudad a la que he viajado porque tenía que trabajar allí durante unos días. Ha habido suerte: la gente que allí he conocido (todos españoles), y con la que he compartido quehaceres durante estos días, son de lo mejorcito que me he encontrado por ahí. Un montón de chicos y chicas agradables, inteligentes, dispuestos y simpáticos: Fernando, Manel, María, Víctor, Miriam, Olimpio, Marta, Paula, Rocío, Ángela, Leire, Carlos… ¿Me dejo alguno? Si es así, perdonad. Además me he re-encontrado con Begoña, a quien ya conocí en Melburne, hace dos años.

Sidney, a primera impresión, recuerda fuertemente a una gran ciudad de Estados Unidos influida seriamente por cualquier ciudad británica o irlandesa. Una gran dosis de Occidente que muchos de los expatriados europeos en Asia aprovechan para sentirse como en casa. Y es fácil sentirse en casa en Sidney, porque los lugareños son muy accesibles.

En plan turista, me di una vuelta por la bahía de Sidney, hice una visita a la playa de Manly, una ciudad veraniega cercana, y además tuve ocasión de pasar unas horas en uno de los mejores y más famosos zoos del mundo, donde no sólo tratan ejemplarmente a los animales que allí viven, sino donde además es posible ver un montón de bichos locales, básicamente marsupiales y reptiles, que en ningún otro sitio he podido conocer.

Ha sido un viaje agotador, no lo niego (he pasado tanto tiempo en los aviones como en Sidney), pero sin duda también ha sido enriquecedor y probablemente inolvidable.

Está tan lejos Australia, que no estoy segura de si podré volver. Pero os aseguro que lo intentaré, porque me he quedado con todas las ganas del mundo de poder darme una vuelta por ese fabuloso país.

Babuinos y masais

La semana pasada estuve en Nairobi, trabajando intensamente. El miércoles, el mismo día que tomaba el avión de vuelta, tuve oportunidad de darme una vuelta por el parque nacional de Nairobi, una extensión de terreno salvaje a 20 minutos del centro de la capital keniana.

Si no hubiera sido por esa excursión, muy provechosa para una europea que pisa el centro de África por primera vez, no habría podido darme cuenta de lo cerca que me encontraba de las grandes reservas africanas, en donde todo tipo de animales campan a sus anchas, entre Tanzania y Kenia. Una vez que te encuentras en el campo africano, en la sabana, aunque sea sólo un rato, entonces la cosa cambia.

Porque hasta ese momento sólo me había movido por la ciudad como si fuera una reportera de guerra: en coche de la Embajada al hotel, del hotel a la Embajada, sin pisar la calle. Calle en la que, por cierto y por otra parte, no se puede fumar.

Esto ocurre porque una empresa estadounidense muy importante decidió -el colonialismo estadounidense es así- “patrocinar” una muy restrictiva ley en contra del tabaco. Desde hace unos meses está prohibido fumar en todos los lugares públicos de Nairobi (parece que a Mombasa y a otras ciudades aún no ha llegado este desquicie), y como la calle se considera un lugar público, no se puede encender un cigarrillo. En una ciudad en la que apenas hay aceras. En fin.

Los kenianos son abiertos, agradables, dispuestos, amables y dignos. Pegan la hebra a la menor oportunidad, y siempre tienen algo interesante que contar, sobre todo si hablan con alguien que tanto desconoce de su país y de su(s múltiples) cultura(s).

Sin duda, regresaré lo antes posible a Nairobi, pero no me quedaré más que lo justo para viajar desde allí al Masai Mara y a la costa. Y volveré con otro espíritu, como turista y con relajación. Que el país bien lo merece.

Un señor con traje

No, no voy a hablar de Camps. Se trata de algo más irritante para mí, por lo cotidiano y porque me afecta directamente, y de una gravedad diferente.

Sé que la mayor parte de los que leáis esto no me vais a creer. Lo tengo asumido. Con que se lo crean tres, tengo bastante.

Pues veréis: tengo visto y comprobado que en los sitios a los que voy a comer o a tomar copas, cerca de mi trabajo (alrededores de la plaza de Colón de Madrid), ocurre un fenómeno paranormal. Es el siguiente: yo lo llamo el “síndrome del acompañante con traje”. Lo creáis o no, cuando voy a dichos establecimientos en compañía femenina (en general con buen aspecto, chicas limpias, guapas y bien vestidas), los camareros optan por no hacernos caso. Prefieren atender, antes que a nosotras, a cualquier señor con traje, aunque haya llegado más tarde que nosotras.

Una vez que hemos conseguido, a pesar de ser mujeres, ser atendidas, siempre recibirán mejor cuidado y servicio los señores con traje.

Chicas, donde quiera que vayáis, no olvidad llevar con vosotras a un señor con traje.

El otro día vino a verme al trabajo Ángel, mi chico, que tenía una reunión al lado. Lo llevé a un sitio muy fino al que suelo ir con mucha frecuencia, y donde siempre me pasa lo relatado. Le dije: “a mí me cuesta Dios y ayuda que me hagan caso, así que como vas con traje, te pido que me hagas el favor de pedir un par de cafés.” Milagro: ipso facto, vino alguien a atendernos. “Menos mal que vengo con un señor con traje”, le dije, “porque si no, la media son quince minutos de bamboleos con los brazos”. ¿En serio? Sí, en serio.

Muchas veces, con frecuencia, si en lontananza no hay ningún señor con traje, se atiende antes que a nosotras a cualquier señor, con la pinta que lleve.

¿No os lo créeis? Qué suerte tenéis.

Tiempos duros

Javier, aunque querría no puedo. ¿Cómo explicar lo que significaste para mí?

Tanto como mi padre, como Manolo, mi suegro. Hombres que me habéis enseñado un montón de cosas, que sois insustituibles en mi vida y en mi quehacer cotidiano. Afortunadamente, Manolo está vivo, y espero que durante muchos años. Tengo que ir a verlo.

No termino de darme cuenta de cuánto supusiste en mi vida, en nuestros escasos años de conocimiento y de cercanía (6 ó 7, ¿no?). Fuiste para mí un maestro, un hermano, un amigo. Me refiero a un amigo de verdad, de los que se preocupa en serio por tus cosas y te da de corazón su opinión sobre lo que mejor supondría para mí.

Hay además algo terrible sobre tu muerte. ¿Recuerdas que decías “ahora se muere gente que antes no se moría”? No comprendí bien qué querías decir con eso. Ahora sí lo entiendo. Comienzas a pensar que tú también vas a morir, a hacer compañía a todos esos tíos y tías estupendos que se van. Lo empecé a notar, pero muy lejanamente -era aún muy joven- cuando murieron mi tío Manolo y mi tía Pili (no sabes cómo eran, fabulosos, encantadores, divertidísimos). La muerte de papá, hace ya más de seis años, aún no la he entendido.

La muerte de mi amigo Paco también fue terrible, pero no la relacioné conmigo.

Pues bien: ahora sí, ahora sí creo que yo voy a morir en no mucho. Me voy acostumbrando a ello, eso creo.

Entre tanto, aún sigo entera. Me queda mucho por hacer, eso espero. Supongo que viajaré aún mucho más, y veré muchas cosa que me sorprendan. Procuraré hacer feliz a Ángel, que se lo merece.

Pero, y eso que ya no nos hablábamos, siempre te echaré de menos, Javiertxo.

Una de las personas que más quiero en el mundo, mi primo Santi, está entre la vida y la muerte. No tengo muchas esperanzas, espero lo peor. Me siento débil, y me siento mortal también.

Tú me entiendes, ¿verdad? Y a todo esto, a seguir con la vida, a trabajar, a hacer la casa, a cuidar a la gente y a la gata, a reír.

Caray. La parte más dura de la vida es la muerte, ¿no?