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Los héroes olvidados

El sábado vimos una de las mejores películas que he visto últimamente: “Indigènes” (”Indígenas”), inexplicablemente conocida en España por el título que se le ha dado en Singapur y Estados Unidos, “Days Of Glory” (”Días de gloria”), una idiotez digna de los distribuidores de cine castizos.

La acción se sitúa en el año 1943. Francia está ocupada por el Ejército nazi, y el Gobierno Provisional de la República Francesa ha reconstruido su ejército gracias al flujo masivo de tropas procedentes de su imperio colonial. Jóvenes “indígenas” africanos, en su mayor parte magrebíes, junto a algunos ”pies negros” (hombres nacidos en Francia, pero con orígenes en las colonias) y unos pocos metropolitanos constituyen un eficaz ejército que en colaboración con las tropas aliadas penetra en Italia y libera las regiones de la Provenza, los Vosgos y Alsacia.

Aunque nunca habían pisado suelo francés, los cuatro protagonistas (Saïd, Abdelkader, Messaoud y Yassir) se enrolan con otros 130.000 “indígenas” en el Ejército francés para liberar a la “madre patria” de los nazis. Las motivaciones que tiene cada uno de ellos son distintas en apariencia, pero en realidad a todos los une el deseo de mejorar en la vida, de abandonar la miseria magrebí en la que nacieron y tal vez la ilusión de ser considerados como unos héroes por sus “compatriotas” en Francia.

La película no ahorra detalles: las escenas de guerra son muy realistas, así que podéis imaginar que resultan bastante duras. Verdaderamente, el espectador ligeramente empático comprenderá enseguida cuánto miedo tenían estos hombres en el frente. Una vez visto cuánto era su esfuerzo y los riesgos que corrían, el cabreo es supino cuando se ve cómo los africanos son minusvalorados por sus mandos, que no los tratan ni mucho menos tan bien como tratan a los europeos. No les dan permisos, no hay ascensos para ellos, les impiden relacionarse con chicas francesas, y a los negros ni siquiera les hablan directamente (ni los miran), e incluso les niegan la ración de tomates.

Es una triste historia, cuyo único aspecto positivo es precisamente una circunstancia que ha sucedido al éxito de la película (que por cierto es una coproducción marroquí, argelina, francesa y belga, una mezcla explosiva): al final de la cinta, un cartel nos entristece contándonos que en 1959 la Asamblea Nacional Francesa decidió “cristalizar” las pensiones concedidas a los soldados combatientes en la Segunda Guerra Mundial de los países que se independizasen de Francia, lo que implica que unos 80 mil veteranos de 23 países han recibido durante décadas menos de un tercio de la pensión que reciben sus colegas franceses. Qué desagradecimiento tan mezquino. En 2002 el Gobierno francés decidió promover una “descristalización” parcial, para procurar ajustar estas pensiones al nivel de vida de los países de residencia de los veteranos, pero los gobiernos sucesivos han postergado el pago.

Parece que al ver la película en el Elíseo, el presidente Chirac se conmovió ante la injusticia que suponen estas décadas de pensiones rebajadas para los africanos y decidió anunciar que las pensiones que se pagan a los soldados extranjeros que pelearon en el ejército francés se equipararán a la de los soldados nacionales.

Deben quedar cuatro pobres viejos olvidados a los que esta medida ayude, si es que lo logra, pero al menos los jóvenes de los suburbios que descienden de emigrantes magrebíes tal vez sientan que ellos y sus antepasados están ahora algo menos desplazados de la historia de su país, en la que no se les ha permitido escribir ni uno solo de sus “gloriosos” renglones.

María Antonieta, según Coppola

El otro día fuimos a ver la última película de Sofia Coppola, “Marie Antoinette”. Me atraía, desde que supe de la existencia del film, la posibilidad de darle un nuevo aire a la vieja, viejísima idea de la reina María Antonieta con la que todos hemos andado durante tanto tiempo (en general, soy muy aficionada a ver las cosas desde puntos de vista distintos a los habituales).

            

No me decepcionó en absoluto. Os advierto que es la típica película que provocará la consabida división de opiniones entre el público, pero por lo que a mí respecta (y a la amiga que me acompañó), creo que es una excelente obra.

Naturalmente, todos nos sentamos en la sala sintiendo la antipatía típica contra los reyes de Francia Luis XVI y esposa, los reyes de la ignominia, de la injusticia, de la pobreza de los franceses. Enseguida comenzamos a olvidar el eco de las causas de la Revolución para apreciar la historia de la jovencísima María Antonia de Austria, alejándonos de la consabida maldad de la reina derrochona, malvada, inmoral. Después, según avanza la historia, Coppola nos hace ver cómo la molicie de la Corte de Versalles, su inconsciencia, su obsceno derroche, son los factores que transforman a María Antonia, aunque de sangre real, una adolescente al fin, en una persona perfectamente dedicada a pasar el rato en diversiones superficiales y absurdas. No sé qué demonios podría hacer alguien de 15, 16, 17 años, en la Corte versallesca.

No sé si alguna vez os habéis parado a pensar que en este mundo occidental tan machista (sí, el resto del mundo también lo es, pero me gustaría centrarme en lo que me ocupa), cada vez que la desdicha de un pueblo se puede achacar a un hombre, enseguida se busca una mujer a la que acusar de tener en verdad la culpa de la maldad del hombre sobre el que tiene una presunta y fuerte ascendencia. El caso de Maríe Antoinette de Francia fue uno de ellos, uno de los más famosos además.

Coppola nos muestra quiénes tomaban las decisiones que luego hicieron morir a la ex reina en la guillotina. Ella no fue la responsable del hambre del pueblo y de que su justa furia acabase con el antiguo régimen en Francia. Simplemente, estuvo allí para ayudar a darle el último empujón al corrupto sistema de gobierno francés.

Por lo demás, naturalmente la película es técnicamente impoluta. La música pop de la banda sonora y los colores pastel que adornan todo el rato la película, ayudan mucho a entender lo que quiere expresar la directora acerca de la figura de la adolescente austriaca convertida en reina de Francia a los 15 años.

Una vez más, Coppola nos brinda una película ingeniosa e inteligente. Espero mucho de esta mujer en el futuro.

Cine de re-estreno

El laberinto del fauno

En muchas ocasiones me veo damnificada por los desaprensivos distribuidores de películas en los cines madrileños. Muchas veces me quedo sin ver una película en una sala, porque la han retirado antes de que yo decidiera ir a verla. Con “El laberinto del fauno” me ocurrió precisamente eso, así que cuando nominaron esta película para un premio Oscar y eso hizo que volviera a la cartelera de Madrid, agarré a mi familia y fuimos a verla, antes de que decidieran dejar de proyectarla de nuevo.

A todos nos gustó, a unos más que a otros. A mí me encantó, a pesar de que la película es durita, a ratos desagradable y a ratos desagradabilísima. Mi corazón, que por lo visto anda últimamente con riesgo de accidente cardiovascular, sufrió varios sobresaltos a lo largo del metraje, aunque en casi todas las ocasiones el director Guillermo del Toro decidió ahorrarnos el sufrimiento de ver escenas demasiado horribles. Sólo en una ocasión dejó suelta su vena gore por el guión: el momento en el que el asesino y torturador fascista se dedica a zurcidor.

Todo se sobrelleva gracias al descanso que ofrecen las ensoñaciones de la protagonista, una niña huérfana de trece años. El espectador se libera así, como lo hace la niña, de la sordidez del contexto en el que se desarrolla la historia: los primeros años de la posguerra española, la década de los cuarenta.

En la película hacen aparición estelar los héroes del maquis, supongo que cumpliendo un deseo añejo del director del Toro, que como muchos mejicanos ha crecido sintiendo simpatía por los perdedores de la guerra civil española, muchos de los cuales tuvieron que emigrar al país norteamericano.

En cuanto a las interpretaciones, Maribel Verdú y Ariadna Gil están bien, y Álex Angulo, Sergi López e Ivana Baquero están muy bien. Del resto del reparto no tengo nada [malo] que decir. El guión está bien estructurado, la historia es buena, los exteriores son magníficos, la fotografía es estupenda y los efectos especiales han recibido reconocimiento unánime en la profesión.

Supongo que casi todos la habréis visto ya, pero si no es así, os recomiendo que vayáis cuanto antes al cine.

El diablo se viste de Prada

“Y, ¿qué narices es eso de ‘Prada’?”, diga tal vez algún encantador lector. Es una empresa dedicada a la moda, en todas sus posibilidades: ropa, calzado, complementos, perfumes, etc. Sus productos son caros y su clientela es gente de vida acomodada.

Creo que el título de esta película, y de la novela que la precedió, es lo más adecuado de toda la obra: verdaderamente, en ella el diablo en versión femenina hace aparición, y desde luego lo hace exquisitamente adornada, vestida y perfumada.

                          

No os diré que es una película imprescindible, ni nada por el estilo, pero a mí me resultó entretenida, y creo que hay ciertos aspectos del guión que son ciertamente interesantes, y que pueden ofrecer un motivo de debate para personas que en su vida laboral sufran o hayan sufrido alguna situación que se asemeje con la que se cuenta en la película.

Trata de la relación laboral y personal que tienen una despótica y malvada redactora jefe de una influyente revista neoyorquina dedicada a la moda, y su joven e inexperta secretaria, una periodista recién licenciada, inteligente y con la ambición de dedicarse a escribir y ganas de trabajar en la prensa escrita. Dos personas profundamente distintas, que inician una relación de “gavilán y paloma” -como diría el Rafa de “Los dos lados de la cama”-, de víctima y verdugo, de maltratadora y maltratada. La chica resiste durante meses los embates de su despiadada jefa, a duras penas y sufriendo una transformación personal irresistible, que ocasiona problemas en su vida personal. Ni sus amigos ni su novio entienden su dedicación a este puesto de trabajo, aunque para todo el mundo resulta evidente que también tiene sus ventajas. La protagonista es víctima de las novedades del glamouroso mundo en el que se mueve, aunque no tanto como para no darse cuenta de que la maldad de sus jefes y compañeros es mucha, y es perfectamente evitable.

El guión, así visto, promete, pero tiene fallos y los fallos son gordos. En demasiadas ocasiones resulta inconsistente la conducta de la protagonista; su entorno familiar y de amistad me parecieron cargantes, aún cuando objetivamente tuvieran razón en sus posturas, lo cual no parece tener sentido; y la perversa jefa es tan repugnante que no resulta creíble que su secretaria la defienda. Eso no hay quien se lo trague.

Es una pena, porque alguien más inteligente habría hecho una película mucho más interesante. Se queda en una obra fallida, pero a pesar de todo no está mal.

Meryl Streep está muy bien, cae tan antipática como debe caer ella en persona. Y la protagonista principal, Anne Hathaway, es una chica muy guapa y que da muy bien en cámara.

Crash

No había visto “Crash” hasta ayer. Me la había recomendado un buen número de personas, de distinta índole y diferentes aficiones. Me habían asegurado que era una buena película.

Creo que lo es, en efecto. Una de las mejores que se han hecho en los últimos años. Tiene un guión excelente, inteligente, profundo. Impactante e interesante. A media película pensé que me había metido a ver una demasiado desagradable para mi estómago: no era verdad, por fortuna. Menos mal, porque ya estaba enganchada con el argumento. O con los argumentos, no sé a qué carta quedarme, porque lo cierto es que se cuentan un montón de historias de gentes distintas, que se comportan de modo parecido, pero cuyas características socioeconómicas y culturales son distintas entre sí. Sin embargo, todas las historias se entremezclan sin querer en una telaraña de odios, desencuentros, amores, muestras de solidaridad, violencia, comprensión… la vida misma.

Concretamente en este caso, la cosmopolita e internacional vida de Los Ángeles.

Me parece que no debéis perder la ocasión de ver esta película. Para mí ha sido una gozada. Y me ha dado la oportunidad de acercarme una vez más a la sociedad urbana estadounidense, la más variada del planeta, también la más compleja, y como todo el mundo sabe, una de las más violentas en tiempos de paz.

Cándida

Ayer vimos la película de Guillermo Fesser (Gomaespuma) basada muy libremente en la vida de una de las personas más importantes de su vida, Cándida, que también da nombre a la cinta.

Cándida es una mujer ya mayor, que lleva décadas dedicándose a limpiar casas ajenas y a hacerse cargo de las tareas domésticas de los demás para ganarse la vida. Nacida en Martos (Jaén), su vida ha sido hasta hace bien poco una sucesión de desgracias: orfandad, matrimonio a los 16 años por culpa de un embarazo importuno, marido alcohólico y maltratador, un hijo yonqui, otro esquizofrénico… Ella ha ido siempre tirando hacia adelante, como ha podido, sin saber ni leer ni escribir.

Fesser fue uno de sus jefes en la vida real, y no pudo dejar de darse cuenta de que el personaje, además de todo lo dicho, merece la pena sólo por las cosas que dice y por cómo las dice. Le dio trabajo en la radio (Cándida es actualmente la crítica de cine de Gomaespuma, en una de las secciones más absurdas y delirantes que jamás vieron las ondas), escribió un libro contando su historia (”Cuando Dios aprieta, ahoga pero bien”), y ahora se ha metido a director para volver a contar la vida de esta sencilla mujer, valiente de puro irresponsable.

La película resulta, a ratos, muy divertida. La mayor parte del metraje, aún cuando cuenta lo que cuenta, hace carcajearse al público (sobre todo al “gomaespumero”, pero a cualquiera en general). Se nota la mano de Javier Fesser (”El milagro de P. Tinto”, “Mortadelo y Filemón”), aunque por fortuna la cinta no resulta histérica en ningún momento, defecto que a mi parecer suele adornar los trabajos de este director, hermano de Guillermo.

Desde mi punto de vista, la película empieza a fallar al final, cuando Fesser se empeña en ponerse meloso (Guillermo es un poco ñoño en general): no se sabe bien a qué viene la última parte. Mi teoría es que el director no ha podido evitar la tentación de dar demasiada importancia al personaje que refleja, en parte, su propia vida. Un arranque de narcisismo.

No está mal. Si estáis hechos al humor de Guillermo y Juan Luis Cano, os hará mucha gracia. Ah, se me olvidaba: Cándida está estupenda. Es un “crac”.

El camino de los ingleses

Ayer fuimos a ver “El camino de los ingleses”, la segunda película dirigida por Antonio Banderas: desde el primer plano del metraje me di cuenta de que nos encontrábamos ante un producto pretencioso. Sólo media hora más tarde entendí que -como suele ocurrir en estos casos- el director es demasiado presuntuoso para preocuparse en contarnos algo que nos entretenga. Simplemente, la película es muy aburrida.

Cuenta (si es que algo cuenta, que no estoy muy segura de ello) algunas historias de varios muchachos y muchachas malagueños, cantidad de raros -a mí consiguieron caerme mal todos-, a los que les pasan cosas desagradables y extrañas, y cuyas personalidades no resultan consistentes.

La fotografía, eso sí, es imponente: tanto, que da la impresión de que se está asistiendo a una sucesión de anuncios televisivos, o de vídeos musicales. Sin orden ni concierto.

Aparte de la fotografía, tiene otras cosas buenas (el vestuario, la música, la ambientación), con las que el espectador se da perfecta cuenta de que Banderas ha podido contar con excelentes profesionales, y de que no se ha reparado en gastos. Además, hay las estupendas interpretaciones de Victoria Abril y de Juan Diego, que yo personalmente agradecí mucho, aunque sus dos personajes adolecieran de los mismos defectos que los del resto del elenco. Como es natural, estos aspectos positivos de la película no son suficientes para hacer olvidar el tostón general.

Como no lo es, tampoco, lo bien que cae a la gente Antonio Banderas, un tipo muy simpático que no debería dedicarse a estas actividades tan lesivas. Ahora que tiene tanta pasta debería meterse a productor a tiempo completo y dejarse de artisteo. Porque como actor tampoco es precisamente bueno.

En fin, un asco de película. En serio.

El pingüino revolucionario

Ayer me topé inopinadamente, en una de esas casualidades que la vida nos regala, con una película muy buena.

Fui con mis sobrinos Daniel y Candela a ver “Happy Feet“, una peli de animación de la que yo no esperaba gran cosa, aparte de darles un buen rato a los niños en mi compañía.

Me encontré con algo completamente inesperado: un alegato en contra de la destrucción del ecosistema de la Antártida, camuflado de musical dirigido a los niños, con unos simpáticos pingüinos de protagonistas. Y con ser bueno ese mensaje, que comparto absolutamente y que os animo a apoyar, no es el único que cuelan los guionistas del filme: hay también un fuerte contenido crítico con la religión y el pensamiento conservador, y también se anima a mirar con buenos ojos a las personas que emigran, trayendo a cuestas consigo su cultura. De propina, se procura que los espectadores sean comprensivos y tolerantes.

Dicho lo cual, que ya es bastante, me queda por decir que la película es impecable desde el punto de vista técnico; que el guión tiene bastantes buenos golpes de humor; y que el conjunto me resultó encantador.

¡Qué cosas más anti-sistema salen del sistema! Qué paradojas nos trae el cine.

La muerte no es indolora

En una de esas casualidades que de vez en cuando ocurren, y que hay quien llama “destino”, en 2006 han muerto los dos principales artífices de una de mis películas favoritas, “M*A*S*H” (1970): Ingo Preminger -el productor del film- murió en junio, como ya lamenté aquí, y el lunes pasado murió también Robert Altman, que fue quien dirigió la película.

Altman es desde mi punto de vista una de las personas más interesantes que han hecho cine en toda la historia del -séptimo- arte. Tenía una increíble capacidad para contar historias cautivadoras de una manera inteligente, en ocasiones echando mano de su perverso sentido del humor. Con los años aprendió además a manejar las particularidades técnicas de su oficio, con excelentes resultados en pantalla. También fue capaz de perpetrar algunas cintas bastante aburridas. Nadie es perfecto.

Tenía buenas salidas: antes de las pasadas elecciones presidenciales, afirmó que se mudaría a París si George W. Bush era re-elegido, pero a la hora de la verdad no lo hizo (lo comprendo bien). Más tarde Altman salió con la humorada de que se había referido a mudarse no a Francia sino a París, en Tejas, porque “el estado estaría mejor si Bush no está allí”.

Pero volvamos a “M*A*S*H”, película que a riesgo de ser pesada os recomiendo fervientemente, en esta ocasión además con motivo de hacerle los honores a Altman. Siguiendo mi acostumbrada devoción por la máxima “es bueno instruir deleitando”, os acerco a modo ilustrativo algunas anécdotas relacionadas con la película:

1) Altman afirmaba que “M*A*S*H” fue la primera gran producción cinematográfica en la que se utilizó la palabra “fuck” (joder) en sus diálogos. Concretamente, durante el partido de fútbol que se celebra hacia el final del metraje.

2) Altman evitó deliberadamente cualquier referencia a Corea en el film, con la esperanza de que la audiencia identificase el escenario con Vietnam. El estudio más tarde lo obligó a añadir una leyenda al principio mencionando el emplazamiento real de la historia.

3) La cabecera de “M*A*S*H” contiene la canción “Suicide is Painless” (“El suicidio es indoloro”), con música de Johnny Mandel y letra de Mike Altman, el hijo de 14 años del director. Diez años más tarde del estreno de la película la canción llegó al número uno de las listas del Reino Unido. La serie de televisión utilizó una versión instrumental del tema como cabecera.

4) “M*A*S*H” era el título original de la película de 1953 Battle Circus protagonizada por Humphrey Bogart, un film que también hablaba sobre la vida en una unidad MASH.

5) Durante el rodaje, Donald Sutherland y Elliott Gould (los dos protagonistas) pasaron la tercera parte del tiempo intentando que despidieran a Robert Altman. Éste más tarde comentó que si lo hubiera sabido, habría dimitido. Gould más tarde envió una carta pidiendo disculpas. Altman ha trabajado con él en otras películas. Con Sutherland no volvió a hacerlo.

6) En algunas tomas se ve la luna a lo lejos: en la noche en que esas tomas fueron rodadas, los astronautas estadounidenses aterrizaron en la luna.

Nunca me acostumbraré a esto de la muerte. Por eso me da por darle vueltas como hoy he hecho a los fallecimientos de la gente que me gusta y que no conozco personalmente, para no pensar mucho en que se han muerto.

Hay gente que es una lata que se mueran.

Volver

Ayer fui al cine: hacía mucho tiempo que no iba a una sala, por pitos o por flautas. No fue idea mía, sino de mi madre, pero compartí su entusiasmo desde que me dijo que quería ir a ver la película. Era “Volver”, la última de Almodóvar.

Es casualidad: el jueves pasado volví a ver “Mujeres al borde de un ataque de nervios” (hacía, no sé, una década que no la veía), y me pareció mucho mejor de lo que la recordaba, en todos los sentidos. Todo me pareció excelente: La atmósfera de locura femenina en la que se desarrollan las tramas que se entremezclan en el ático de Pepa, los característicos planos-pósters tan de Almodóvar, los divertidísimos gags (siempre hay uno para la Iglesia católica), y cómo no, la interpretación de los actores, destacada entre todas ellas la de la genial Carmen Maura.

Me pareció ayer que desde aquella película Almodóvar ha construido un puente imaginario, con Maura incluida, hasta “Volver”. No sé qué habrá dicho su director al respecto, pero en efecto parece que ha vuelto, de alguna manera, a hacer un cine que le ha traído muchas satisfacciones, y a los demás también.

Yo he tenido una larga etapa de desencuentro con Almodóvar desde que fui al cine a ver “Kika”, que superé ipso facto con la excelente “La mala educación”. Si entonces no hubiese recuperado mi aprecio por el director, lo habría recuperado ayer.

Lo que más me gusta personalmente (fuera de su talento artístico) de este hombre es precisamente la enjundia de su última película: su empeño en contarnos historias de mujeres solidarias entre sí, fuertes, resueltas, honradas, valientes consigo mismas y con sus sentimientos, con un sentido tan práctico de la vida que resulta cómico.

Son relaciones solidarias de amistad, de fraternidad, de madres e hijas, de vecindad.

Es hermoso ver a un hombre apreciar tanto a las mujeres. Y más, sabiendo que no es algo sexual lo que le atrae de nosotras. Mi caso es el mismo: cada día aprecio más a las mujeres.

En fin, es una película sumamente recomendable. Espléndida. El mejor Almodóvar.

La diferencia

Recientemente he visto dos películas que tienen sólo una cosa en común, y que por lo demás son absolutamente diferentes: se trata de “Brokeback Mountain” y de “La mala educación”. Lo que tienen en común es que en ambas se cuenta una historia de amor entre dos hombres, y también que en las dos aparecen secuencias de sexo con protagonistas también masculinos.

Eso es todo.

Por lo demás, no hay ninguna otra similitud, salvando que a mi parecer se trata de dos excelentes trabajos, cada uno en su género (una es una película romántico-dramática y la otra es un thriller algo comprometido por lo que tiene de denuncia del clero pedófilo).

Sin embargo, a nadie se le escapa que en la mente de la mayor parte de los espectadores se asocian ambos filmes junto a otros que comparten el hecho de que se trate en ellos el tema de la homosexualidad.

De éstas cosas me acuerdo cuando oigo que se critica la celebración del Día del Orgullo Gay y Lésbico. “¿Es verdaderamente necesario?”, se preguntan los escépticos, “¿no se trata de conseguir la igualdad? Entonces, ¿por qué se empeñan en diferenciarse con este tipo de actos?”

Ante este tipo de detractores suelo remitirme a los hechos. Como ocurre con el Día de la Mujer (ex Trabajadora), de lo que se trata es precisamente de denunciar que no hay igualdad. Está aún lejos el día en que el tipo de asociaciones que se hacen con las dos películas que he mencionado dejen de tener lugar, del mismo modo que nadie piensa que “El último tango en París” y “Ghost” tengan nada en común, por mucho que en ambas aparezcan escenas de sexo heterosexual.

No es que se empeñen en diferenciarse, es que son diferentes. Al menos, de momento.

Ojalá no tarde mucho en llegar el día en que ya no se celebren estos actos reivindicativos, igual que las Madres de la Plaza de Mayo han dejado de reunirse en la plaza que tantas lágrimas ha visto verter a estas valientes mujeres.