Con la fiesta grande de Pamplona tengo un problema: me atrae y me horroriza, me causa espanto y devoción. Es como enamorarse de un mal hombre cuya mezquindad te hace daño, pero produce una irrestible atracción hacia sÃ. A mà eso no me pasa, ¡gracias a Ganesha!, pero con los sanfermines sÃ.
De toda la vida, además. Soy antitaurina absolutamente, y siempre lo he sido. Creo que las corridas de toros son repugnantes muestras de crueldad, espectáculos execrables que no veo el momento en que se prohÃban. Eso implicarÃa sin duda que los sanfermines me parecieran también y enteramente algo indeseable.
No es asÃ, sin embargo, o no totalmente. Es cierto que unos animales que se asustan porque hay dos pastores detrás con unos palos, y que se echan a correr sin poder evitarlo, no son peligrosos en absoluto, si uno no se empeña en que lo sean. Es verdad que no es agradable pensar en que los toros corren por las calles porque tienen miedo y quieren protegerse de toda esa turba que les grita y les golpea. Y por supuesto es horrible que esos pobres bichos acaben su vida siendo torturados en público mientras un montón de personas sin escrúpulos jalean a los asesinos.
Pero me gusta el rollo pamplonica, todo eso de los cánticos, los chupinazos, etc. No lo puedo evitar, lo confieso, es asÃ.
De hecho, esta mañana he oÃdo la retransmisión del encierro mientras venÃa al trabajo, y a poco suelto una lágrima cuando he oÃdo a los mozos cantarle a San FermÃn. ¿Tendré una pamplonesa dentro? ¿O lo que tengo es una guiri?