Nada de ayudas estatales, a menos que sí

Ahora que parece que por fin se han calmado los aires golpistas en Bolivia, al menos de momento, la atención del informando se centra en la increíble ayuda económica que han recibido algunas entidades financieras estadounidenses por parte del Gobierno de su país, y también algunas europeas, por parte del Banco Central Europeo. Se trata de “tapar agujeritos”, los que han provocado el mal negocio de las hipotecas basura, con ¡cientos de millardos de dólares! Todo ese capital, del que muchos ni siquiera podemos hacernos idea de su dimensión, se ha regalado o se regalará próximamente a ciertas empresas que han hecho mal su trabajo, el de ganar muchísimo dinero constantemente a cambio de socavar gravemente el derecho a una vida digna de millones de personas.

La indignación es, pues, doble. Por un lado, hay estados que permiten que las entidades bancarias otorguen hipotecas a personas que se sabe que en algún momento van a dejar de pagar los plazos del préstamo, porque no tienen posibles. En ese momento, los bancos se quedan con los pisos. Sobreviene entonces la desgracia a gran escala: ¿Porque -diréis- se da el caso de que muchas familias se quedan en la rúa y en la indigencia? Pues no. La tragedia es que las pobrecitas “entidades financieras” no saben qué hacer con los pisos, y claro, pierden dinero.

Y ahí viene la segunda parte: ¿A quiénes ayudan los estados en esa crítica situación? ¿A los pobres, a los marginados, a los sin techo, a los que han trabajado muchos años para pagar con esfuerzo los plazos de una hipoteca para tener donde refugiarse, y sin más ni más se quedan con una mano delante y otra detrás? ¿O a los culpables de todo eso?

Parece que a los Gobiernos neocons y a sus contubernios bancarios la elección no les ha resultado difícil: el dinero de los contribuyentes -o sea, de los trabajadores- va a ir a parar a los depredadores. Sus víctimas seguirán igual, tal vez y como mucho puedan tomar algo en los comedores sociales si las cosas van muy mal dadas. Acaso los permitan meterse en un albergue las noches particularmente frías.

Lo más curioso de todo esto es que los neocons, los liberales, los banqueros y el Capital en general, llevan mucho tiempo explicando que el mercado se regula solito, que la libertad de mercado es inviolable y que había que desterrar por inútiles y acaso por inmorales las ayudas estatales.

Qué rostro, oigan.

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