“De ordeeen del señor alcaldeee se haaace saber: ¡Que Dios es unoooo y trinoooo!”
“¡Alcalde, todos somos contingentes, pero tú eres necesario!”
“Tú mucha minorÃa étnica y mucho camelo, pero luego te da vergüenza esperar a un negro.”
“Bueno, o tú eres gilipollas o es que tienes una alergia.”
“—Supongo que me respetarás, ¿eh, Teodoro?
—¿Pero qué guarrada está usted pensando, padre?
—Déjate, déjate, que un hombre en la cama siempre es un hombre en la cama.”
“—¡Queremos que la chavala sea comunal!
—¡Y turgente!
—¡Que turgente ya es!”
“Ya verá el alzamiento de hostia que me hace este hombre.”
“—…No quiero recordarle poemas de Pedro Salinas, heterosexualmente hablando, o los de Kavafis, desde un punto de vista homosexual. A ustedes los médicos se les reconoce una formación humanÃstica muy por encima de la de los demás cientÃficos…
—Me cago en todos tus muertos, Tirso. Me cago en todos tus muertos uno a uno. La tabarra que me estás dando, Virgen santÃsima. ¿Pero yo qué te he hecho a ti, vamos a ver?”
“Ahora me dicen que ha escrito usted “Luz de agosto”, la novela de Faulkner, ¡de William Faulkner! Y, ¿no podrÃa usted haber plagiado a otro? ¿Es que no sabe que en este pueblo es verdadera devoción lo que hay por Faulkner?”
“En los años que llevo de médico nunca habÃa visto a nadie morirse tan bien como se está muriendo tu padre. ¡Qué irse, qué apagarse, con qué parsimonia! Estoy disfrutando que no te lo puedes ni imaginar.”
“—¿Me vas a dejar a mà leer la novela?
—No, no te voy a dejar, no sos intelectual.
—No, pero…
—¿Y entonces para qué te la voy a dejar, para que me la leas mal y me la jodas?”
Todas estas ingeniosas y divertidas frases corresponden al script de “Amanece que no es poco“, la genial pelÃcula de José Luis Cuerda cuyos veinte años de vida pública se conmemoran estos dÃas en las localidades albaceteñas en las que se rodaron los exteriores.
Esta peli es una de las dos que me hacen reÃr siempre, por muchas veces que las vea (la otra es “La extraña pareja“). Sé que eso le pasa a mucha gente con este film, y me consta que hay quienes saben de memoria escenas enteras y las recitan a la menor oportunidad. Cada quien tiene sus escenas y personajes favoritos: los mÃos son Luis Ciges, “el padre”, que consigue dormir bajo techado con la excusa de querer hablar sobre Dostoyevski con una aldeana; Cassen, muy bien en su papel de párroco; Rafael Alonso, divertidÃsimo haciendo de alcalde cacique (”que no me quiero enfadaaar“); Miguel Rellán, que interpreta a un borracho que se desdobla y tiene a su otro yo cometiendo todo tipo de desmanes por el pueblo; los dos picoletos, que consideran que los guantazos son un recurso poético; su jefe, interpretado por Saza (que pregunta al recién llegado al pueblo si en la polÃtica estadounidense “hay mucho Opus” y que dispara al sol porque sale por el Oeste); las asambleas para elegir a la puta y al tonto del pueblo; y por supuesto el maestro de escuela, que protagoniza algunas escenas memorables: ¿recordáis el examen sobre las ingles? También recuerdo mucho la “oda a la calabaza” del labriego poeta, ése que se califica a sà mismo de “hombre muy primario, sujeto terriblemente a las pasiones”.
Veinte años ya. Yo la vi por primera vez en La 2 hace por lo menos quince. Después se la conté enterita a mi amiga Conchi durante un viaje que hicimos a Salamanca. Hasta contada gusta.
Ahora, cuando veo algunas escenas de nuevo, me doy cuenta de que eso de que “el tiempo ha pasado bien por una pelÃcula” se puede aplicar perfectamente a esta locura de José Luis Cuerda, de quien sigo esperando nuevas fechorÃas. Felicidades por estos veinte años.
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Luis Ciges era Dios. Ese sÃ.
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