“Que mi nombre no se borre en la historia.”
(Última frase escrita por Julia Conesa, asesinada a los 19 años por el fascismo español)
Dentro de unos dÃas se estrena en toda España la última pelÃcula de Emilio MartÃnez-Lázaro, “Las 13 rosas“. Sus caracteres protagonistas se basan en la vida y la muerte de trece jóvenes mujeres que fueron asesinadas en Madrid el 5 de agosto de 1939 por el Gobierno fascista junto a decenas de otros inocentes, todos vÃctimas del odio iracundo de los vencedores de la guerra que aquéllos provocaron con su traición.
En la tapia del cementerio de la Almudena junto a la que fueron fusiladas, una lápida recuerda su horrible final:
En febrero de 1939, cuando ya parecÃa inminente la toma de Madrid por parte de los fascistas, el PCE decidió que la estrategia del partido en la posguerra iba a consistir en dejar la organización en manos de militantes desconocidos, en su mayorÃa mujeres jóvenes (algunas muy jóvenes, de 14, 15 y 16 años) afiliadas a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) y/o al PCE. De ese modo podrÃa evacuarse a los cuadros significativos y salvarlos de la represión aguda que se preveÃa, mientras los militantes que quedaban en Madrid reconstruÃan las organizaciones desde la clandestinidad, aprovechando la ventaja que supondrÃa el desconocimiento de su militancia por parte del Gobierno franquista. Estos jóvenes militantes revolucionarios y entregados, muchos de ellos miembros activos del Socorro Rojo (un servicio social creado por la Internacional Comunista para vertebrar la solidaridad entre los trabajadores), estaban dispuestos a hacer lo posible para resistir al fascismo en la medida de sus posibilidades.
Sin embargo, antes de que las tropas franquistas entrasen en la ciudad, estos jóvenes ya tuvieron que enfrentarse al golpe de Estado del coronel Casado (apoyado por un amplio sector socialista, por los anarquistas y por muchos militares que antes eran leales) en marzo de 1939. Este militar estaba decidido a pactar con las tropas franquistas (intento en el que por cierto fracasó) y se dedicó a detener a decenas de comunistas que, más tarde, fueron entregados a Franco. Los jóvenes de la JSU se enfrentaron a los militares republicanos rebeldes tanto como pudieron.
Una de las graves consecuencias del golpe de Estado fue que éste impidió, por falta de tiempo, la destrucción de los archivos de militantes del PCE y de las JSU. Esto, unido a la detención de José Pena (un chaval de 21 años que en 1939 se hizo cargo de la secretarÃa general de las JSU, y que tras ser salvajemente torturado contó todo lo que sabÃa), colaboró a la tortura y el encarcelamiento de miles de mujeres y hombres cuyo único delito era su militancia polÃtica izquierdista.
“Quien no tenga las manos manchadas de sangre no tendrá nada que temer”, prometÃan los vencedores, y mentÃan al prometerlo. En efecto, el único crimen cometido por las “trece rosas”, como las llamaron tras su asesinato, fue ser “rojas” o intentar salvar a un rojo de la muerte. Eso fue suficiente para recibir el impacto del rabioso odio de los traidores. Pobrecitas. La mayorÃa de ellas eran menores de edad cuando las fusilaron.
Una de las mujeres que vio partir a las chicas desde la cárcel de Ventas hacia su tumba en aquella madrugada horrible, Mari Carmen Cuesta, aún hoy llora al recordar el momento. Entonces tenÃa sólo 15 años.
Ojalá que la pelÃcula trate a estas mujeres con el cariño que se merecÃan, y no sólo a ellas, sino también a los otros miles de mujeres republicanas que sufrieron el aplastamiento de la represión franquista, y de las que tan poco se ha hablado. Un montón de mujeres que se ilusionaron con tener un papel mejor en la sociedad española del que hasta entonces habÃan tenido, mejor trato y mayor consideración por parte de los hombres, y mayor participación en la vida polÃtica e intelectual del paÃs. Las mujeres que hemos nacido décadas después aún estamos peleando por desembarazarnos del castigo al que condenó a nuestro sexo la horda fascista.
Y luego dicen que hay que “olvidar”. Que se den con un canto en los dientes con que no seamos igual de odiosos que ellos.
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